Domingo comparte su huerto con Manolo para plantar juntos las patatas. Le piden prestado el motocultor a Peña que de paso les echa una mano el día de la recogida. Se rompe una de las ruedas y piden ayuda a Guillermo que se lleva unos melocotones a cambio de arreglarla. De paso, quedan los cuatro para subir la próxima semana al monte comunal a recoger la leña para todos. Al llegar a casa, Domingo encuentra en la puerta una bolsa con tomates y pepinos con la que su mujer Nieves preparará una ensalada a sus nietos que pasan el verano con ellos. La bolsa la ha dejado Carmen en agradecimiento por llevarla a las visitas médicas a la ciudad. También hay otra bolsa en la puerta de al lado: alguien anónimo echa un cable a la familia de Mercedes que lo está pasando un poco mal con la crisis (digo con la estafa).
Estas escenas son de lo más normal y cotidiano pero si las pilla un econoplasta te suelta la chapa en plan escuela de verano y te dice que son ejemplos de cómo de forma paralela a los mecanismos básicos de organización de la economía (mercado y Estado) existen a nuestro alrededor una ingente cantidad de formas de satisfacer nuestras necesidades alternativas a nuestro rancio capitalismo “basadas en el trueque, el apoyo mutuo, los cuidados, la autosuficiencia, los bienes comunes, la colaboración, la cooperación, los favores, los regalos, la proximidad, el afecto, la participación social y comunitaria, la autogestión, etcétera”. (Cuentos chinos de la Economía y otros chascarrillos para avanzar otro sistema. Próximamente en las librerías más pequeñas e interesantes).