
Revista Alternativas económicas (marzo 2025)
Parece mentira que con la murga que nos dan casi a diario con los indicadores económicos esas cifras contengan tantos fallos en la cuantificación de la actividad económica. Si cogemos el indicador supremo, el Producto Interior Bruto (PIB), que mide el valor de los bienes y servicios producidos en un país en un año, nos encontramos que incluye los típicos errores estadísticos en la elaboración y en su interpretación pero además, este indicador deja fuera actividades como la economía sumergida, la autoproducción, el trabajo voluntario, los trabajos domésticos, los cuidados, el trueque, los favores, la segunda mano, etc.
Más triste todavía resulta que al PIB no le importe el carácter social de los bienes y servicios producidos o el impacto ecológico que generan. El PIB quiere más y no importa cómo se consiga ese más. Cuenta igual el gasto en educación que el gasto militar. Y cuando un determinado producto llega a las estanterías del supermercado, su precio no incluye el efecto negativo generado en la sobreexplotación de las materias primas, ni el de la contaminación de su fabricación, ni el uso de combustibles fósiles para su transporte por todo el mundo, ni tampoco la generación insostenible de residuos de productos cada vez menos duraderos.
Bueno, pero al menos esa obsesión por el crecimiento económico nos habrá generado un crecimiento del bienestar y de la satisfacción paralelo, ¿no? Pues existen dudas. La economía ha crecido de forma exponencial los dos últimos siglos y muchas personas gozamos de una riqueza material impensable para unas pocas generaciones anteriores pero ¿somos más felices que antaño? Y si nos comparamos con personas que apenas tienen un 10% de los bienes y servicios que tenemos, ¿gozamos de una dicha diez veces mayor? Podríamos pensar que sí pero nuestras cifras de consumo de ansiolíticos y antidepresivos, los índices de suicidios o los problemas de salud mental no parecen corroborar siempre la ecuación “más igual a mejor”.
A pesar de que podríamos pensar que la búsqueda de la felicidad (llámese bienestar, prosperidad, buen vivir o placer) debería ser el objetivo prioritario de cualquier sociedad civilizada, hemos dejado de lado dicho objetivo y nos hemos lanzado en tromba hacia otros objetivos más materialistas que consigan engordar el PIB: crecer, producir cosas, llegar a la Luna (mejor a Marte) o tener una pantalla siempre disponible. Y el propio concepto de felicidad en el contexto capitalista se ha pervertido hacia la sensación individual que cabe en la caja que te trae un repartidor, en otra temporada de tu serie favorita o en el bono de una clínica estética.

Lectura:
Todo está en los números: El último dato del PIB presentado por el Instituto Nacional de Estadística muestra un descenso de más del 0,005% respecto al trimestre pasado. El ministro de Economía, en rueda de prensa, ha lamentado este parón en el crecimiento y la riqueza de nuestro país y ha achacado el deterioro de nuestra economía principalmente a:
1. Miriam, una vecina de Villarrubia de Abajo, que ha dejado de acudir al trabajo en transporte motorizado y ahora lo hace disfrutando de un saludable paseo en bicicleta. Tan en forma se encuentra que encima se ha desapuntado del gimnasio.
2. La familia Martínez, que el pasado domingo, a pesar de ser día de apertura de los centros comerciales, decidió cancelar la visita al Alcampo por una simple visita al campo para pasear y observar la flora y la fauna.
3. Dionisia, una ama de casa empeñada en elaborar ricos platos de cocina casera en vez de hacer encargos a través de las modernas aplicaciones online a restaurantes de la ciudad.
4. Fabrizio, un piloto de combate de nuestro Ejército Nacional que, incomprensiblemente, en el último segundo, decidió no darle al botón de disparo contra objetivos militares y civiles en la guerra de Ardanistán.
Con esta nueva política de transparencia informativa, el titular de la cartera de economía pretende que todos asumamos nuestra responsabilidad con el crecimiento económico y solicita la colaboración de la población para que denunciemos si vemos a alguien cultivando su propio huerto o colaborando con alguna asociación no lucrativa.

Para saber más:

El delirio del crecimiento. David Pilling. Taururs, 2019.Cada vez se cuestiona más el uso del PIB como medidor de la prosperidad de los países y surgen indicadores alternativos que sustituyen o al menos complementan la información que aporta. Estas páginas tendrán que dedicar en el futuro una sección a los más relevantes, ¿no?

Happiness. Steve Cutts. 2017. Los cortometrajes animados de Steve Cutts son una maravilla de la provocación y la crítica a un sistema con enormes contradicciones que nos lleva a no se sabe muy bien donde. Son imprescindibles para el aula pero deberían proyectarse también en cualquier liturgia dominical o asamblea de socios anual.