Capital. John Lanchester

capitalUn banquero de la City, un albañil polaco, una niñera húngara, una familia pakistaní, una refugiada política, un joven crack futbolístico senegalés, la clase media inglesa. Y la alta. Y una consigna a modo de intimidación: “Queremos lo que usted tiene”. Todo queda retratado en ‘Capital’, maremágnum literario que evoca sueños inalcanzables para todos, que resume la debilidad intrínseca de todos: el jodido dinero. Y así, relacionado ese universo en un escenario concreto –la calle londinense Pepys Road– los problemas vuelan transformados en primas laborales que no llegan, fichajes astronómicos que se rompen o la especulación inmobiliaria pura y dura. Todo se hace más complicado después con el hundimiento de Lehman Brothers –la novela arranca en diciembre de 2007¬– porque entonces el derrumbe es global y descorazonador, y la desesperanza se nutre de aquella amenaza de la que ya alertaba el maestro –y econoplasta de lujo– Sampedro: “Una de las fuerzas más importantes que mutilan al hombre es el miedo, el gobernar a base de miedo es eficacísimo. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella pero los explota, los engancha a un carro, les azota… Y se dice eso que es tan grave de ‘Virgencita, que me quede como estoy’. El miedo hace que no se reaccione, el miedo hace que no se siga adelante, el miedo es mucho más fuerte que el altruismo, que el amor, que la verdad”. [http://www.lasexta.com/noticias/cultura/jose-luis-sampedro-salvados-hambre-mandas_2013040900081.html].
Pero aún hay tiempo para atisbar una miaja de esperanza en la reacción final de ese banquero de la gran urbe: “Había terminado con la ciudad y con la City. Había terminado con los transbordos para ir al trabajo, con los trajes de rayas, con los esclavizados subalternos de la City (…) con ganar veinte o treinta veces el ingreso anual de una familia media para hacer cosas con dinero en vez de hacerlas con personas o cosas. Había terminado con Londres, el dinero y todo lo demás”. Lástima que todo quede en ficción, porque como el propio Lanchester avisa al hilo de sus posibles consecuencias: “No hay problema, los de la City no leen”. Y ese, a fin de cuentas, es el gran problema.

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