Club de lectura econoplástico (Parte 5)

Cuentos chinos de la Economía y otros chascarrillos para acabar con el sistema, Los Econoplastas (Ediciones Lentas, 2012).

Lectura y comentario: 1.4.  Producción de bienes y servicios 1.5.  Necesidades ilimitadas: Vivir insatisface

Lectura adicional de fragmentos sobre satisfacción, bienestar, pequeñas cosas de la vida… La vida está hecha de raticos, nenes: La felicidad de la tierra. Manu Leguineche (Alfaguara, 1999)

La felicidad de la tierra es un diario de campo, del campo en el que Manuel Leguineche escribe desde 1986, en una casa de piedra en medio del monte. Una suerte de diario discontinuo, porque el autor reparte su tiempo entre extraordinarios viajes que le permiten ser testigo directo de los formidables acontecimientos del mundo y las descubiertas en torno a la Alcarria. El Tejar de la Mata es su reposo del guerrero. En estas páginas cabe todo, las experiencias campesinas, los tragos y las partidas de mus en la taberna del pueblo y una particular visión del mundo y la naturaleza a través de testimonios, descripciones, paisajes… «Huir a una aldea para transformarla en el centro del universo», que diría Jules Romains. Manuel Leguineche, que ha recorrido el mundo a lo largo de cuarenta años, quiere volver a los orígenes, al bosque animado, en el que vive. Por La felicidad de la tierra desfilan, pues, hombres, pájaros, nubes, estaciones del año, animales domésticos o asilvestrados, canciones, tertulias, tormentas, pequeños placeres cotidianos, viejos oficios y sabias reflexiones sobre la vida. Es el ayer y el hoy de una cultura de la que el autor se siente cercano, de la que participa con emoción y gusto. Elige un paisaje protegido por una encina, «La Guardiana», y a partir de ahí no deja de ver y de vivir.

La vida está hecha de “raticos”

Es un mundo éste, el que me rodea, en el que se vive con lo imprescindible sin necesidad de caer en los superfluo. Esto vale para las casas, para los coches, para la forma de vestir o comer. No se ven grandes dispendios. Elogio de la sobriedad, de la mesura, de la templanza. En cuanto alguien se sale de la norma, lo señalan con el dedo. ¿Es que el consumo de bienes y servicios tiene que ser la principal fuente de felicidad? Así parece establecido por el binomio producir-consumir. Primero tener y luego ser. La presión sobre el medio ambiente es cada vez más intensa. El impulso de envenenarnos para añadir unos cuantos ceros al ordenador está dañando la tierra. La alternativa puede ser una familia unida, un puesto de trabajo, un entorno protector, libertad, identidad, participación, unas risas, creación, buena salud, el sentimiento de ser útil a la sociedad y a la comunidad, un medio ambiente saludable. ¿Hemos comprometido todo eso en nombre del crecimiento económico? La sobriedad es una noción subversiva, porque va contra corriente. Porque el crecimiento económico depende del consumo. La alternativa es el paro y la recesión. Así se organiza el capitalismo de manual. A algún compromiso tendrán que llegar en el futuro el capitalismo y los valores de la moderación y la sobriedad para que la vida sea más natural, más sencilla, menos atenta al despilfarro, más redistributiva y más justa. Esa necesidad la adviertes cuando al sentarse a la mesa han siempre alguien que dice: “Tanta abundancia entre nosotros y tanta pobreza en otros pueblos. Si pudiéramos al menos hacerles llegar lo que ha sobrado…”. ¿Paternalismo? ¿Compasión sincera? Los pobres del mundo lo son por obligación, por contrato. La primera causa de mortalidad en la tierra no es la guerra, sino la desnutrición crónica que mata a unos veinte millones de personas al año. Este discurso de la sobriedad está condenado al ostracismo porque parece refugio de ascetas y gente rara, pasada de moda. Hay recetas que no confunden, satisfacción de los deseos y calidad de vida: saber apreciar lo que se tiene, mantener relaciones profundas, procurar cumplir una meta, comprender ciertas cuestiones metafísicas y morales, ser libre, comprender más que juzgar como aconsejaba Simenon. Un aspecto típico de la vida del consumidor moderno es que a cada lote de deseos satisfechos sucede un nuevo lote por satisfacer, sin que por ello mejore la calidad de vida. El encadenamiento de esos deseos crea un engranaje, como el ciclo de las reencarnaciones del hinduismo. Por mucho que se corra no se avanza. ¿Es retrogrado, arcaico, escribir esto? No lo sé. No me gusta ponerme moralista. Tengo la impresión de que pertenezco a otro mundo. Cada uno podrá llevar la vida que pueda, que quiera o que le plazca. La sencillez, la sobriedad o la frugalidad no tienen por qué desembocar por fuerza en los valores auténticos pero pueden acercarnos a ellos. Para huir un poco de la solemnidad repaso entre mis papeles para dar con un texto que se atribuye a Borges. Se titula Si tuviera que vivir para siempre, y su autora es Nadie Stair, de Kentucky, EEUU: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores, no intentaría ser tan perfecto, me relajaría mas, sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas en serio, correría riesgos, haría más viajes, contemplaría mas atardeceres, tendría más problemas reales y ninguno imaginario”. Borges pone su grano de arena al texto de Stair: “Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos, no te pierdas el de ahora”. Leña seca para quemar, caballo viejo para cabalgar, el vino añejo para beber, el amigo anciano para conversar y el libro antiguo para leer. Y los raticos. Es lo que nos predica a Javier, al Almejero y a mí El Vinagre, en Garrucha, Almería: “La vida está hecha de raticos, nenes”. Por aquí dicen también, se lo he oído a Pepe, el Andaluz: “Vive harto y muere jarto”. Tampoco es para tanto.

Anthony de Mello, El canto del pájaro (Sal Terrae, 1998) Recopilación de cuentos y relatos, todos ellos muy breves y de corte paradójico, y dirigidos a provocar el despertar de la conciencia. En cierto modo, todos estos cuentos andan detrás del objetivo de crear una pequeña revelación interior, un cortocircuito mental, que desbloquee lo que años de enseñanzas dogmáticas, creencias estrictas y prácticas anquilosadas hayan podido fijar de esquemas rígidos, anclados y fosilizados en el espíritu humano. En cierta manera, estos cuentos son similares a las tradiciones del inefable Mulá Nasrudín, pero con la característica de que todos ellos están enfocados a una temática espiritual. (Versión) El rico industrial metalúrgico se horrorizó cuando vio a un pescador tranquilamente recostado en su barca y fumando su pipa.

–          ¿Por qué no has salido a pescar? – preguntó el industrial

–          Porque ya he pescado bastante hoy – respondió el pescador

–          ¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas? – insistió el industrial

–          ¿Y qué iba a hacer con ello? – preguntó a su vez el pescador

–          Ganarás más dinero – fue la respuesta. De este modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte redes de nylon. Pronto ganarías para tener dos barcas y hasta tener una flota entera. Y así podrías llevar a tus hijos a un colegio privado, veranear en Marbella, pasar de la sanidad de la Seguridad Social, comprarte el último modelo de móvil con cámara de fotos, especular con la compra de vivienda… En definitiva, serías rico como yo. –          ¿Y qué podría hacer entonces? – preguntó de nuevo el pescador

–          Podrías sentarte y disfrutar de la vida – respondió el industrial

–          ¿Y qué estoy haciendo en este preciso momento? – respondió satisfecho el pescador.

Y unas frasecillas para la reflexión:

«El hombre feliz no es aquel que tiene muchas cosas sino el que tiene pocas necesidades» Epicuro, sabio griego

“No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita” Utilizada en una campaña de IKEA

«La relatividad del mundo feliz: cada persona experimenta un grado de felicidad propio que persiste en el tiempo. Los afortunados que ganan la lotería no se consideran más felices un año después de recibir el golpe de buena suerte que antes del premio» Manu Leguineche

«El dinero no da la felicidad, pero proporciona una sensación tan parecida que hay que ser todo un experto para notar la diferencia» Woody Allen

«El dinero puede comprar una casa, pero no un hogar. Puede comprar una cama, pero no el sueño. Un reloj, pero no el tiempo. Un libro, pero no el conocimiento. Una posición pero no el respeto. Un médico, pero no la salud. La sangre pero no la vida. El sexo,  pero no el amor”

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