El demasiadotardismo: El paseo

Se va terminando este paseo por mis fichas, carpetas y cuadernos. Como vimos al principio de curso (bueno, de libro) uno de los autores a los que Muñoz Molina sigue los pasos (y las ideas) en el libro Un andar solitario entre la gente es Walter Benjamin, que inmortalizó la figura del flâneur (paseante) que vaga distraído y pensativo por las calles. Callejear y perder el tiempo sin rumbo; más bien ganarlo. Cotillear caras, conversaciones, carteles, locales y negocios.

Uno de mis deportes favoritos. «No hay nada como salir a pasear para ordenar ideas. Dejas el cerebro funcionando de forma automática y él trabaja sin forzarlo conscientemente», me dice el profesor Rojo. Susana, también profe de Filosofía, me comenta en un recreo que seguramente también me interese la idea de progreso que tenía el pensador alemán (hilo del que tirar pendiente).

En uno de mis últimos paseos madrileños vagando tras proyectos interesantes (Repair Café en MediaLab Prado, La Neomudéjar y La, ahora tristemente desalojada, Ingobernable) me topo con una frase en la taquilla del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes. Es de Benjamin, para cerrar la persecución de temas: «El cine aumenta la comprensión de las constricciones que rigen nuestra existencia, pero también nos asegura un ámbito de acción insospechado y enorme. Es distinta la naturaleza que habla a la cámara que la que habla al ojo».

Más subversivo y placentero aún si el paseo es en plena naturaleza como los de Thoreau y los que propone Salvaje. La revista que quiere sacarte al campo. ¿Querremos volver a las zonas rurales? No solo a pasear. A trabajar, a producir alimentos, a generar redes y a fortalecer comunidades. A vivir. Salvaje muestra ese modo de vida lleno de saberes tradicionales, de héroes anónimos que defienden el terreno y de historias reales sin la idealización del imaginario colectivo. Hasta ahora, salvo el papel marginal de los llamados neorrurales (gente que se ha ido a vivir a los pueblos a trabajar el campo o a realizar su actividad profesional) o de las comunas alternativas (difíciles de que cuajen a largo plazo) el movimiento migratorio interno sigue dejando un saldo deficitario en estas zonas.

El despoblamiento rural ha entrado en la agenda política y se habla de las posibles medidas para un mayor desarrollo de la periferia: infraestructuras, servicios básicos, comunicaciones, etc. El actual devenir de los presupuestos públicos y la búsqueda de economías de escala (cuanto más grande, mejor) no parece que siga esa línea. Los incentivos puntuales, el turismo rural o el trabajo precario en el sector agrícola tampoco parecen soluciones sistémicas.

Sin embargo, no habría que dejar la pelota en el tejado de las administraciones sino que el factor clave lo tiene la ciudadanía. La “innovación” social impulsada desde la participación de la propia población rural, aprovechando las características de cada región, es la que realmente puede vertebrar un campo vivo.

Su núcleo debería formarlo el sector primario (agricultura, ganadería, pesca, servicios forestales…): alimentos en cantidad y calidad adecuada (eco, please) y cuidado medioambiental (mantenimiento de biodiversidad, mantenimiento de zonas forestales y de riberas, etc.). En torno a ello, pequeña industria y servicios, energías renovables y descentralizadas, cultura, proyectos artísticos, tejido social, etc. Todo ello, integrado por las infraestructuras y servicios públicos evidentemente necesarios.

¿Tendrá el campo un papel básico en otra economía? Me parece que algunas de las bases que requeriría una economía alternativa engarzarían mejor en un mundo rural vivo, diverso y mejor interconectado con los núcleos urbanos cercanos: Simplicidad, decrecimiento y ética ecológica. Eso sí, yo de momento, me veo más en la city.

Quizá la crisis vírica que se ha cebado con la masificación, el asfalto y la contaminación marque una nueva querencia por lo rural. En la ciudad, durante los primeros días de la desescalada tras el confinamiento por la pandemia del coronavirus, millones de personas se han arrojado al placer por el paseo. Pasead y reflexionad. Sobre la ciudad, el campo, la sociedad, la economía que queremos.

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